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SE QUEDARON LAS BALAS

Publicado en por ALONTRIX

  • Usted verá y no es una amenaza.
  • Y si esto no es una amenaza, entonces a qué le suena.
  • Simplemente es ayuda para la causa. Usted sabe cómo es esto por aquí, que ya una cosa, que ya la otra.
  • Sí claro, si no son ustedes son los demás ladrones.
  • Ojo con eso profe, ¿Qué me quiere decir? Su mercé no puede hacer juicios así porque le traerán problemas y precisamente eso, problemas, es lo que mi organización trata de evitar.
  • Tratan, pero ¿Sí lo han hecho?
  • Para no discutir más, tómelo como le parezca, el caso aquí es que cada segundo de cada mes, pasaremos por aquí para recoger la contribución.
  • La vacuna, quiere decir.
  • Profe se lo repito, no nos acuse de nada porque me puede dar la impresión de que está con los que nos hacen mal y no deja que nosotros, el pueblo, tome la justicia por sus manos. Yo veré pues.

Y así finalizó la discusión. Si fueron cinco minutos fue larga, ese señor llegó a dar una razón certera, sin lugar a dudas y sin derecho a refutarla. Al profe más que a razón eso le sonó a orden, a no se puede hacer más, a únase al montón y colabore con la causa. Causa que nadie comprendía. Era un pueblo lejano a la ciudad, rico en su relieve que se venía borrando de a poco por ciertos personajes quienes aprovecharon dicha riqueza natural para cambiar el pensar de los gentiles de aquella región. Tanto así que llegaron forasteros de no se sabe dónde a no se sabe qué. Hasta que ya no se pudo esconder la situación, ya nadie sembraba sus productos tradicionales y todo se cambió por amapola. Era hermosa la vista a las montañas florecidas cobijadas con un color rojo y púrpura.

Pero no se debía negar la situación que se corría pierna arriba. Poco tiempo después hasta los profesores, andaban armados. Sí y no solo de libros.

  • Bienvenido profe, aunque no sé si decirle bienvenido o qué decirle, esto es un infierno frío y desde ya, venga le comento. Empezando usted no debe salir a altas horas de la noche, si ve algo coma callado, si escucha algo no salga, procure tener todo en su casa para que en las noches no tenga que salir a la calle. Profe si se le acaba el papel higiénico búsquese otra manera para limpiarse el culo. Es en serio. No quiero meterle susto pero usted está recién desempacadito de la universidad y allá le enseñan de todo menos a protegerse ¿Cierto? Así que le tengo un negocio, vea, este revólver está dañado en el martillo, ¿Si lo ve? es el que golpea la bala, debe golpearla en el pleno centro, si usted paga el arreglo yo se lo vendo.
  • ¿Y el permiso para tenerlo?
  • No. Aquí nadie tiene eso profe. No se moleste que ninguno de sus colegas tienen salvoconducto. Aquí llegan de contrabando, aquí es tierra de nadie. Procure usted más bien, nunca hacerle reclamo a nadie.
  • Y yo para qué un coso de esos.
  • Por ahora no lo sabe pero se lo guardaré y cuando lo necesite me dice, espero no haberlo vendido hasta esa fecha.

No solo algunos profesores iban armados, una vez vieron al médico, todos en la noche del mercado hacían de ese pueblo uno parecido a esos del lejano oeste, allá sería del lejano páramo. Los tiros iban y venían, los gritos, los perros, la música a todo volumen intentaba hacer que nadie escuchara todas las balaceras que se formaban. Hasta que una bala perdida entró por la ventana de la casa donde dormía el profe, menos mal que estaba en la cocina intentando encender el fogón; y así al otro día llegó a buscar a quien le ofreció llegando, llegando, un revólver.

  • Le compro el revólver, pero yo lo llevo a Popayán la semana que viene para arreglarlo y hacer papeles.
  • No lo lleve a ningún lado que aquí se le hace el arreglito, no se azare ni por papeles ni por nada.
  • ¿Seguro?
  • Tan seguro como que estoy rezado pa’ echar plomo a cualquiera sin que me den.

Luego el profesor me comentó que había leído un texto de García Márquez donde uno de sus personajes dormía con el revólver bajo su almohada pero con las municiones en otro lado.

  • Y las balas ¿Dónde están?
  • Esas vienen por separado.

Y le hicieron el gane al profesor, todo el combo completo fierro y municiones. Se le fueron dos sueldos y eso que lo pagó a plazos. Luego la vaina se puso pesada, atracos en la carretera, violaban a mujeres, nadie hacía nada, los militares así como venían, se iban, mejor dicho, se volvió un mierdero. Y una vez, sentate lector que eso te va a dar risa, los profesores salieron en la camioneta blanca que venía por ellos los viernes, eso dejaba una nube de polvo porque salían con el afán de fritanguear en Rosas y de llegar lo más rápido posible a la ciudad. Hasta que ¡Ajá!, llegando al Guineal unos encapuchados pararon la camioneta, con lista en mano: - pagan la vacuna o no siguen.

  • Entonces qué personajes ¿Será que no les alcanza el sueldo? Dos opciones sencillas. Pagan o se mueren.

Y sí señores, el coordinador por arrechito saca el treinta y ocho, pero antes de disparar, un man le dio en la pierna, por eso fue que quedó cojo, Román que iba en la carrocería alcanzó a correr por un desecho y llegó al pueblo como a los tres días sucio y deshidratado. El caso fue que todos quienes viajaban su pagaron “contribución” pero la lluvia de reproches se la llevó el profe de Español quien de cobarde no sacó ningún revólver.

  • Marica vos, por qué no disparaste acobardado, mirá cómo me dejaron malparido. Para qué compraste arma si ni la cargas.
  • ¡Cómo de que no la cargo! ¡Yo la porto a cada rato precisamente para evitar estas cosas!
  • ¿Y entonces por qué no te defendiste, ni nos defendiste, ni siquiera un plomazo al aire?
  • Pues como ustedes me estaban afanando por salir rápido, me traje el revólver pero se me quedaron las balas en la casa.

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