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EL MÁGICO SOMBRERO VUELTIAO

Publicado en por alontrix

Me contaba mi mama que los hombre de mi familia tenía la maravillosa tradición de heredá a sus hijo un sombrero vueltiao grande grande para que el sol no les diera tan fuerte cuando se iban a pescá, allá cerca al manglá, mi papá daba la vuelta por las playas de Moñito hasta llegar y atrapaba los peces pero yo tenía miedo de que pescara un caimán desos que dicen que comen gente. Mi papá también pescaba mar adentro, se despertaba a la madrugá para preparar la carnada  y mi mamá le hacía el desayuno, siempre peto y revoltillo yo me comía la pega en esa paila tisnaa. Su sombrero, el mismito que mi abuelo le dio a papá cuando él ya no podía pescá. Decía mi mama que era tradición el sombrero en la familia desde hace año. Me tocaría ponérmelo cuando yo ya tuviese edá para pescá a mis dieciocho años, antes no porque quería que yo estudiara.

El sombrero vueltiao, ya quería tenerlo yo pero tenía que pasar mucho tiempo. Hasta que mi papá dijera: ¡Eche! Te va tocá trabajá pescando porque yo ya no quiero insolarme. Y mientras llegaba el momento me regaló uno pequeño y jugaba en el río a que yo era mi papá con el sombrero ese, el de la tradición, el de mi abuelo Jamith, el de mi bisabuelo Eusebio,  el de Ismael mi papá. ¡Ese sombrero si ha durao tiempo! ¡Eche! ¡No joda!

En el colegio me molestaban los macojartos eso de mis amigo, me decían que de tanto pescao mestaban  saliendo espinas. Pues mi familia les vendía a todo el pueblo, también iba a otros pueblo cercanos, me llevaron a conocé Playas Blancas, Puerto escondido, Ayapel venda y venda pescao recién pescao por mi papá bajo la sombra del sombrero vueltiao que sería mío cuando desescamara mil pescaos, o sea cuando tuviese dieciocho años. Prefiero tené espinas y no volcanes, je, je, je, je, je  así me defendía del moñicón más grande que no me podía ni vé porque me decía huele a pescao podrio, qué asco.

¡Eche! Que no me quería ese moñicón de errda si yo a él no le hacía ná. Seía porque yo era el más listo de clase?, será porque cuando me decían a escribir un poema yo escribía poemas al moncholo y al bagre. En matemáticas yo hacía operacione, manejaba bien los número porque yo ayudaba a pesá bocachico, mojarra y  bagre y recibía la plata de las venta. Qué envidia sentía ese man de mí y precisamente era corroncho ese quien me trataba mal, venido deotro lugar a estudiá o a tratar de hacerlo, ni estudiaba, ni dejaba estudiá. Era mi  piedrecita en el zapato pue no me dejaba ser feliz ¡ah¡ pero que jarto.

Ah sí, el sombrero vueltiao y su magia. Pues papá no sacaba pescaos del sombrero, ni conejos, sacaba sudor, eso llegaba bañadito bañadito en sudor y se iba a vendé así y llegaba con plata dentro del sombrero pa comé. Siempre decía ¡A comé carimañola y enyucao con mote de queso y de tomá peto que nunca ha de faltá en un hogar costeño! ¡No joda! Cuando yo estaba enfermo con fiebre mi papito Ismael compró en la farmacia de doña Ilusión pastillas y al llegar a casa las sacó del sombrero. Y me curé, porque enfermo que come qué se va a morí. Era magia del sombrero que aparecía medicinas, plata, abrazos, besos. Se podía hacer maravillas del sombrero mágico que sería mío, cuando ya llevara comidos diez mil bollos de yuca, o sea a mis dieciocho años. Hasta juguetes sacaba mi papá, ropa bien monocuca, pastrenar en navidá. Uhhhhh, eso le iba bien como pescaor, pero no sé por qué no trabajaba en un circo como mago si podía sacar muchas cosas del sombrero.

Íbamos por todo Canta claro y el Recreo gritando ¡El pescao fresco!, ¡El pescao fresco! en Semana Santa vendimo a la salida de la iglesia de la Virgen del Carmen y eso no cabía de la emoción; y nuevamente, el mago Ismael cuando llegamo a casa de su sombrero sacó billete tras billete.

 

 

Ya pasaba el tiempo y las redes de mi papá empezaron a llegar casi vacías, avanzaba en su edad, esas mismas redes ya remendadas en todo lado, cada remiendo tenía su historia. Home que mi papá Ismael era un mago y si los peces esos se escondían él podía sacar del sombrero lo que sea. Home que esa espalda jodida y manchada por ese caló que hacía no podía ya más trabajá, home que se acercaba el tiempo de ponerme el sombrero como si fuese una corona y yo el futuro rey. Mi viejo Ismael como todo gran pescador con una familia asentada en la orilla de la playa, jugaba siempre con sus hijo a la carrera de cangrejo, apostaba al más rojo, ayudaba a las tortugas recién nacidas a encontrar el mar. El mar fue su vida, ese viejo que pescó hasta su ancianidad me dejó esperando a que yo me colocara el sombrero, ese pescador de sueños con una red, buscaba la forma de que cuando la pesca no diera para comé, sus hijo no pasaran hambre, ese viejo sombrero vueltiao escondía miles de cosas. El hacía todo por su familia para que al menos tuvieran pa cenar una carimañola enterrada en un trinche. El viejo Israel pescó durante su vida bendiciones y agradecimiento, ah que todo lo que hiso fue por ver a sus hijo contentos y felices.

Y esa es la historia de mi papá y es la historia del mágico sombrero vueltiao. Ahora en los atardeceres desas playas de Moñito, me parece ver a Ismael en su vieja canoa de madera, a la espera de levantar la red llena de sueño y con las ansias de levantar su sombrero vueltiao para destapar lo que lleva a casa para su gran familia de costeñito hambriento, barrigone y a quiene ya se le estaban saliendo espina de tanto comer pescao.

Se me olvidaba, yo ya descamé los mil pescaos y me comí los diez mil bollos de yuca. Y el sombrero lo enterramos junto a mi papá.

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