MOCHILEANDO POR ABYA YALA. PERÚ, BOLIVIA, ARGENTINA.

Emprendí mi camino hacia el Perú después de un día en Tulcán, una espesa neblina nos detuvo por algunas horas al salir de Quito, fue allí cuando conocí a un peruano quien quería me dijo: ayudar a colombianos con el mismo cariño que recibió en Colombia, y bueno, fue él quien me asesoró en la frontera de Ecuador y Perú, por cierto está a punto de graduarse como licenciado y quedé debiéndole un sol que me prestó y que quedé en regresalre cuando cambiara a soles algo del dinero que traía.

Nuestro amigo peruano nos embarcó a otro amigo colombiano quien iba en busca de trabajo  y a mí quien iba mentalizado en llegar a Argentina a construir un futuro.

Ayacucho fue la escala para llegar a Lima, fue donde mi paisano tomó su rumbo y yo seguí el mío. Lima sería la ciudad que esperaba, aun más quienes me hospedarían me esperaban con los brazo abiertos, tanto que me sentí un familiar a quien no habían visto desde tiempos lejanos. En el Perú me sentí en mi salsa, en la cuna dek imperio Inca, me sentía familiar pues tengo descendencia indígena de los Yanakuna quienes habitamos el Chinchasuyu o parte de éste, vivimos y amamos nuestra tierra conocida como Macizo Colombiano.

En el Perú probé tantas comidas que me parecieron deliciosas, conocí tanta gente de quienes me dolió despedirme, si al partir de Colimbia salí con un nudo en la garganta, del Perú salí con dos. Mi mirada fija en Argentina era la que me motivaba para seguir el viaje, gracias a Yosselyn, a su mami y a su familia conocí Lima, su centro, su playa, sus ccalles, sus parques el de los gatos sobre todo y después de ocho días seguí mi aventura hacia la tierra de Cabral, mecostearpn el viaje hacia Tacna, la ciudad fronteriza con Chile, sabía que era difíl pasar la frontera y de verdad lo es porque no puede pasar y viajé hacia Bolivia, no hay mal que por bien no venga, siempre he sido optimista y lo sigo siendo, no cambio por nada la vista del lago Titicaca y la Cordillera de los Andes a su paso por la Puna. Confieso que enfermé en la altura pero las ansias de pisar tierra argentina fue mi cura.

Continué hasta Villazón y a lo lejos vi una bandera que siempre he querido ver y besar, estaba cada vez más cerca el sueño que desde mucho tiempo tenía, la bandera auriceleste con un sol en su centro. Era la frontera con Argentina, todas las lágrimas que esperé llorar regaron mmi rostro como manifestación nde alegría al lograr lo que tanto esperé por cumplir, una meta más.